¿Quieres conocer mi historia? (Parte I)

Los domingos huelen a chocolate

Sí, los domingos olían a chocolate en mi casa. Hasta que cumplí los 6 años y mis padres se separaron.

Por la mañana mi hermana Aina y yo nos levantábamos temprano y nos colábamos en la cama de papá y mamá. Ellos dormían y Aina y yo nos acurrucábamos a su lado y poco a poco los íbamos desperezando.

Jugábamos bajo las sábanas, nos abrazaban, nos besaban, nos hacían pedorretas en la barriga o en cualquier sitio con un poco de chicha que cumpliera con los dos requisitos indispensables para una buena pedorreta:

  1. Que nos hiciera cosquillas.
  2. Que sonara bien fuerte como un pedo.

Cuando el juego se terminaba papá se arreglaba y salía a comprar.

Mientras tanto, mamá, todavía en pijama, iba a la cocina a preparar el chocolate desecho que desayunaríamos. Aina y yo seguíamos la preparación de la receta con atención:

Primero echaba la leche en el cazo, también le ponía una ramita de canela y una piel de naranja para aromatizar

Luego echaba el chocolate en polvo.

Y finalmente removía la mezcla de la olla, poco a poco, hasta que el líquido se espesaba.

Cuando el chocolate estaba listo, lo servía en las tazas, justo cuando papá volvía con los croissants y la nata recién montada de la pastelería. Nos sentábamos en la mesa y nos echábamos la nata encima del chocolate y luego llegaba lo mejor, partíamos el croissant, crujiente y todavía caliente y lo mojábamos en el chocolate.

Todo el ritual era maravilloso, el aroma a manteca del croissant, el crujir de la masa al partirlo, el olor a canela y el sabor amargo y dulce del chocolate con naranja… Las risas, la conversación, las bromas, los juegos, la música de tocadiscos, el calor del hogar, el sentirte protegida, mimada y querida…

Si ahora me preguntan un recuerdo feliz de mi infancia es este. Del resto no me acuerdo. Aunque seguro que los hubo. Pero después de los días con olor a chocolate solo recuerdo tristeza. Todavía hoy me sorprende que no nos diéramos cuenta que papá y mamá ya no se querían.

Nunca los vimos discutir. Nunca hubo una palabra fuera de lugar ni de desprecio entre ellos. Quizás volcaron tanto amor hacia nosotras que no dejaron nada para ellos. Este es un relato de mi infancia, pero ¿Quieres saber qué tiene que ver esta historia con el marketing? Te lo cuento:

En el momento en que mi madre prepara el chocolate piensa en una marca de chocolate que se muestra en el mármol de la cocina. Ahora vuélvela a leer e imagínate un spot publicitario.

¿Crees que la marca de chocolate llegaría al corazón de su audiencia conectando emocionalmente con ella?

Yo he visto anuncios de Coca-Cola o Iberia que me han hecho llorar. Los turrones El Almendro vuelven a casa por Navidad. ¿Qué tienen en común estos anuncios?

Pues que son anuncios que narran una historia que consigue emocionar y este sentimiento se ancla en tu inconsciente. ¿Potente verdad?

Anuncio El Almendro: https://youtu.be/BR6WfTlKt30
Anuncio Casa Tarradellas: https://youtu.be/J87qcOQjRCE
Estrella Damm son los reyes del Storytelling en los spots publicitarios, ¿te acuerdas del Tonight tonight del 2009? https://youtu.be/1VRZlSSIrwY

Y a ti, ¿Qué anuncio te ha emocionado? Te leo en comentarios 😊