Hace unos años, estando de paseo con mi madre, pasamos enfrente de un negocio de estética.
Los propietarios eran chinos.
Mi madre me contó que alguna vez había ido y que lo hacían bien y que si quería me invitaba a una pedicura.
Entramos las dos y pedimos el servicio que queríamos.
La chica, china y muy simpática, que hablaba un español bastante mejorable, nos acompañó a nuestros asientos.
Pidió que pusiéramos los pies dentro y nos dijo:
– ¿Querer un baño aromático de hierbas?
A mi madre y a mí eso nos pareció más placentero que el barreño solo con agua y dijimos que sí.
Entonces añadió:
– Baño de hierbas aromáticas 3 euros más.
– ¡Perfecto!
Me imaginé mis pies en un lago azul bañado con pétalos de flores frescas infusionadas para desprender una fragancia deliciosa y relajante.
Entonces vino con dos bolsas de té del Mercadona y nos puso una bolsita en el barreño de cada una.
Mamá y yo nos miramos y nos entró la risa floja.
Definitivamente un “baño de hierbas aromáticas” sonaba mucho mejor en nuestra cabeza que lo que era en realidad.
A veces recordamos esa anécdota y todavía reímos.
Ese establecimiento está muy cerca de casa, pero ni mi madre ni yo hemos vuelto más.
Nos sentimos engañadas.
¿Te ha pasado alguna vez que el cliente no vuelve a llamarte o a comprarte?
¿Quizás el servicio que estás dando o el producto que estás vendiendo no está cumpliendo con las expectativas?
Hace poco realicé un plan de empresa para una asociación que tenía un sinfín de bajas de socios. Les pasaba justamente esto. El cliente no sentía que la cuota mensual que pagaba estuviera justificada.
Soy Núria Posa y realizo planes de marketing, embudos de venta, automatización de emails y gestión de redes sociales.
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