Estas vacaciones escuchábamos en coche de camino a Navarra el podcast de Nadie Sabe Nada, de Andreu Buenafuente y Berto Romero. En uno de los programas, Berto explicaba la siguiente historia:
De pequeño sus padres compraron un canario. Él ahora no compararía nunca un animal, pero entonces, de niño, le hacía gracia tener un pajarito en casa. Total, que el pajarero que se lo vendió les dijo que si le enseñaban, el animalito podía aprender a hablar.
Berto entonces dijo: “Pero, ¿cómo que puede aprender a hablar?”
Y el pajarero se explicó: “Si le repites una palabra muy a menudo es muy probable que la aprenda y la repita”. Berto entonces se puso como misión hacer que su pájaro hablara.
Al llegar a casa se plantó enfrente del pájaro y dijo: HOLA. Y luego repitió: HOLA, HOLA, HOLA, HOLA, HOLA. A los 5 minutos ya estaba cansado y pensó que debía encontrar otra forma de lograr su objetivo. Cogió entonces un cassette de 90 minutos y grabó 90 minutos de HOLAs. Al día siguiente se fue al cole dejando el radiocassette en modo auto-reverse con su grabación puesta en la habitación del pájaro.
Cuando volvió a casa tras la jornada escolar se fue corriendo a ver el pájaro. Apagó el radiocassette y le dijo al pájaro: HOLA. No obtuvo ninguna respuesta.
Esa noche el pájaro tuvo una embolia o un ictus quedándose con la mitad del cuerpo paralizado. Y falleció a los pocos días.
¿Qué tiene que ver esto con el marketing?
Creo que el pajarero tenía razón con lo que le dijo a Berto, pero Berto quiso imponer su voluntad en lugar de permitir que el animalito aprendiera de forma orgánica y natural.
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