Cuando tenía veintitantos salí con un médico hippie a quien le gustaban los temas espirituales.
Tenía un nombre curioso que no voy a reproducir en este relato, pero vamos a llamarlo Ulisses.
Pues bien, Ulisses estaba estudiando para el MIR cuando nos conocimos en un autocar del Banco de Sangre.
Yo donaba y él rellenaba el cuestionario con mis respuestas mientras tonteaba conmigo.
Me pareció un tipo interesante, con su barba, sus greñas y un acento curioso.
Le di mi número de teléfono y quedamos para tomar algo al día siguiente.
Realmente teníamos pocas cosas en común, pero durante un año nos fuimos viendo bastante a menudo.
Ulisses era muy inteligente y detallista.
Me regalaba libros de segunda mano, como Rayuela que leí para complacerlo porque no entendí ni la mitad.
También recitaba poesía en voz alta o me explicaba obras de filosofía.
Hablaba no sé cuantos idiomas y tocaba la guitarra.
Pues bien, un día Ulisses me preguntó si lo acompañaría a ver a Amma, la gurú de los abrazos, que estaba esos días en un polideportivo realizando su labor de consolar a la afligida nación primermundista de Barcelona.
Aunque yo no soy mucho de abrazarme con gente que no conozco le dije que sí.
Fuimos el día indicado y al acceder a las instalaciones vimos muchísima gente.
En una tarima estaba la maestra dando abrazos.
Preguntamos a una mujer vestida de blanco qué teníamos que hacer para ser abrazados por esa mujer mística. Nos indicó que teníamos que ponernos en la cola, que el tiempo de espera era de 2 horas…
¿¡¡2 horas!!?? ¡Madre mía!!
La señora de blanco vio nuestras caras de asombro y nos dijo que si queríamos podíamos ser abrazados por uno de los discípulos de Amma, que en ese caso el tiempo de espera era de 30 minutos.
Estuvimos un rato decidiendo qué hacíamos y finalmente nos pusimos en la cola del discípulo, mientras veíamos a la maestra abrazando a sus feligreses un poco más allá.
Al ser abrazada por el discípulo no noté nada de especial y Ulisses creo que tampoco.
Coincidimos en que deberíamos haber hecho la cola larga. Pero en ese momento ya no aceptaban a más personas y si queríamos el abrazo de Amma tendríamos que volver otro día.
Decidimos ir a tomarnos un té chai y olvidarnos del tema.
Aquí va la moraleja marketiniana de esta historia:
¿No te parece increíble que una mujer dando abrazos pueda llenar polideportivos y conseguir que te conformes con el abrazo de un discípulo?
Amma tiene una marca personal muy potente y gracias a eso y a ofrecer unos “servicios tan distintos a sus competidores” destaca entre el resto de gurús.
De cómo potenciar tu marca personal y de lo que se conoce como long tail hablaremos en el curso del próximo 3 de marzo “Plan de acción para ganar más con tu negocio”.
Si quieres saber quién es Amma haz click en este enlace.