Mi madre tiene un historial con su dentista que ese señor perfectamente podría haberse comprado una segunda residencia en la playa con lo que ella se ha gastado en su clínica.
El caso es que hace poco quedó con una amiga que tenía la boca fatal y por sorpresa de todos lucía una sonrisa tan radiante que parecía salida de un anuncio de dentífrico.
Yo también la vi y al sonreír y mostrar sus dientes aprecié un destello de luz salir entre la comisura de los labios y escuché este sonido: Clinggggg…/p>
Mi madre le preguntó que qué había hecho y la amiga le habló del dentista que le había por fin arreglado la dentadura.
Le contó que era un tipo muy raro, que no tenía web, que trabajaba con microscopio, que ponía música clásica a toda castaña, que solo abría su clínica 3 días a la semana y que era todo un personaje.
Mi madre le pidió el contacto y sin dudarlo cambió su dentista de siempre por este.
Ya lleva 3 visitas y ayer me contaba que llamarlo peculiar es quedarse corta.
Dice que más que dentista parece un científico loco.
A cada visita le pregunta si no le importa que ponga Mozart o Beethoven y ella dice que sí, más por posibles represalias que porqué le apetezca escuchar los maestros del clasicismo a unos decibelios poco adecuados para ambientar una clínica dental.
Entonces ella se tumba en la silla, el dentista queda fuera de su área de visión, lo escucha preparar todos los aparatos que utilizará y la música empieza a sonar… Y ella empieza a imaginarse las peores escenas de terror.
¿Y qué tiene que ver esto con el marketing?
Pues que este señor no necesita marketing.
Es tan bueno que puede permitirse todas las locuras que quiera que los clientes siguen volviendo fieles.
El boca-oreja o marketing de recomendación es el mejor y más barato.
Y si tu todavía no has podido mostrar tus habilidades al número suficiente de clientes para que la voz corra sola, quizás necesites un plan de marketing, un embudo de ventas, una web, una landing o tener más visibilidad en redes sociales. ¿Hablamos?